Wednesday, September 16, 2009

Teatro de Guerra Sin Título

Acabo de jugar en los campos de batalla detrás de la pantalla, en una guerra que nadie sabe cuándo, ni dónde ni porqué comenzó. Esta guerra es una guerra mejor y más perfecta: mis probabilidades de morir son mucho menores que las de mis enemigos, yo estoy bien equipado, las armas se recargan con pulsar un botón y la munición se agota pero hay miles de puntos en donde abastecerse -además de poder reutilizar de inmediato la de mis adversarios-. Mi poder de regeneración es más alto que el de cualquier super-héroe de cómic y, por supuesto, soy mucho más inteligente que ellos (enemigos), aunque ellos son más precisos. Ellos forman parte del código y yo no.

Esta guerra es la guerra más real, la del escenario adecuado, la de la luz adecuada, formas precisas y ritmos acompasados. No hay miedo a morir en estas montañas de cartón-piedra, miedo a salpicar de sangre las hojas de papel digital de los árboles que nos sirven de parapeto, todo es un montaje y, por lo tanto, es perfecto. El enemigo muere y se cae, dormido, sin posturas horrorosas, sin partes despedazadas, sin jirones informes de piel con pelo, vísceras y hueso, sin miembros amputados, no agoniza, no llora, no reza, no invoca a sus seres queridos o chilla por piedad antes del tiro de gracia, la putrefacción no huele mal, ni siquiera hay moscas. Ellos son solo código que nace y muere con cada partida, no tienen familia, son como robots, el soldado perfecto, el muñeco de tiro con pistola y metralleta, si muere será reactivado de nuevo en este teatro de guerra.

El Complejo Militar, ese gigantesco animal parásito, necesita su escenario, su teatro, un lugar donde galopar y, su galope: La Guerra. Una guerra global, una guerra que puede ser trasladada a cualquier lugar del planeta en cuestión de segundos, un juego de guerra alaque el escenario Tierra se le quedó pequeño. Para el gigantesco animal parásito “el resto” molestamos, la idealización de la guerra en el videojuego no es más que la idealización de la guerra del Parásito Militar, esto es: restos de civilización sin civilización, muertes sin muerte, sin sufrimientos, sin dramas… una guerra profiláctica. En este videojuego las casas están vacías porque la población civil ya huyó o, porque quizá, nunca hubo población civil. Esta guerra es el sueño de todo soldado, de todo militar post-moderno, la  de ciudades y pueblos sin pueblo, la de los muertos sin daño colateral, la del escenario solo, por y para la guerra. Sin embargo, la desaparición de los civiles en este concreto videojuego es también la admisión del engaño, confirma que las armas no son precisas, que las voluntades no son siempre benignas y que, para evitar que los civiles jugadores simulen la realidad y descubran el engaño es mejor eliminar (no mostrar) a “los otros civiles”, los que están tras la pantalla, para que no sean eliminados por el jugador soldado. Así ellos siempre ganan.

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